viernes, 13 de junio de 2008

sábado, 31 de mayo de 2008

Los últimos acontecimientos que han ocurrido en mi vida me han hecho pararme a pensar en la bondad de ser buenos. 
Estoy segura de no descubrir nada nuevo para nadie si digo que parece ser que los malos siempre ganan, incluso cuando en algunos, poquísimos, casos los pillan y los meten a buen recaudo. 
Ellos dirán seguramente que les quiten lo bailao y pensarán que lo volverían a hacer de tener las mismas oportunidades, y que no se arrepienten de haberlo hecho.
Si lo pienso tengo que reconocer que dentro de mi vida, sujeta firmemente a los deberes de la ley de Dios, y a las buenas costumbres, la única ocasión en la que disfruté hasta el extásis fue una en la que saqué los pies del plato y me puse el mundo por montera. Fue por amor, como pasa a menudo, aunque todos tenemos claro que el primer motivo para fallarle a Dios es el dinero.

Pasados unos días de mi juicio, los suficientes, para haber digerido, que no aceptado, la sentencia asombrosamente desfavorable para mí, me hago esta reflexión..., Pero ¿Realmente hay que cumplir las normas morales? ¿Para qué, si se puede saber? ¿Para que maridos hijosputa, socios estafadores, y jueces inútiles se ceben porque tú has actuado con honestidad?¿Porque has creido que la verdad acaba triunfando? ¡Dios mío, que puerilidad! 

Hoy se que hay que mentir, hay que utilizar documentación privada, hay que grabar conversaciones  ilegalmente y presentarlas, hay que calumniar, que algo queda, hay que llevar testigos falsos, que previamente has tenido trabajando a tus órdenes sin papeles, y que van acojonaditos a decir lo que tú quieras sin rechistar. Se puede mandar romperle las piernas a alguien, hay que dejar de cumplir acuerdos, haya que incumplir las normas por norma, pero no por reivindicar como lo hacía yo antes inocentemente, el exceso de normas estúpidas que la mayoría cumple, para que esos hijosputa de los que antes hablaba, puedan actuar impunemente utilizando, para empezar, la debilidad del contrincante, que en realidad cae tan mal...

Mi consejo es : NO CUMPLAIS LAS NORMAS ESTABLECIDAS, ESTAN HECHAS PARA LOS PARDILLOS. SI QUIERES TRIUNFAR , SE MALO. LOS MALOS SON LOS FUERTES Y LA LEY LOS PREFIERE A ELLOS.

jueves, 29 de mayo de 2008

Sepulcros blanqueados

Nunca había entendido claramente lo de los sepulcros blanqueados. Porque aunque entiendo perfectamente el concepto de la palabra hipócrita, nunca me había parado a pensar en la necesidad que tienen los que van por la vida viviendo una historia inventada, de parecer perfectos. Quizá en un esfuerzo inútil de creerse a ellos mismos, quizá en la dejadez del tibio que actúa de forma politicamente perfecta para pasar desapercibido, pues ha llegado a la conclusión de que lo mejor es no significarse.
Personalmente prefiero a los valientes. Han sido siempre ellos los que una vez tras otra han cambiado el mundo, lo mismo aquellos alborotadores que comenzaron los disturbios del mayo del 68, como Gandhi, o Luther King... A los tibios ni siquiera les importaría en su momento si aquellas acciones que empezaban siempre por una buena desobediencia, llegarían a significar algún cambio positivo en la sociedad. Ellos probablemente se quejarian del alboroto sin plantearse nada mas, y utilizarían una frase parecida a: "Esto antes no pasaba" Que encierra una crítica desde fuera típica de los cobardes.
En realidad, creo que odio a los cobardes. Pero tengo por tanto, pocos amigos.

martes, 20 de mayo de 2008

Los pecados capitales

Ira, envidia, avaricia, lujuria, orgullo soberbia, gula…. Suponemos, porque así nos lo han enseñado, a los cristianos al menos, que los pecados capitales son actos voluntarios que hay que mantener a raya a base de un control férreo. Suponemos también que la educación enseña a “domar” a esas bestias que pueden hacer de la convivencia una empresa insoportable. Y en el fondo de nosotros creemos que todos, y sobre todo los demás, controlamos bien poco a veces, esos pecados terribles, como la envidia, o la ira.
Conozco la historia de un bebé infeliz. Un niño que siendo el primogénito, con lo que eso de mimos y cuidados, a veces hasta excesivos conlleva, y demasiado pequeño como para haber aprendido a tener celos de algo o alguien que le pudiera hacer sombra , era un niño triste. Recuerdo que me llamaba la atención el mal humor que parecía tener a todas horas. Estando aún en el parquecito mantenía siempre el ceño fruncido y me sorprendía no haberlo visto casi nunca sonreír. Cuando nació su hermanito las cosas fueron a peor y en el colegio debió de ponerse el asunto feo cuando le aconsejaron a su madre un psicólogo infantil que determinara el carácter solitario, malhumorado, antipático y, lo que es peor, triste del pequeño. Pues bien, el diagnóstico fue: Celotipia.
Entonces mi razonamiento fue el siguiente; si cualquier niño puede nacer con este rasgo característico, ¿Es la envidia en realidad un pecado, o es una particularidad de la personalidad que ni siquiera, en este caso al menos, es aprendida?. Y si es así, ¿Qué es la envidia entonces; un pecado o una enfermedad?

Todavía no puedo perdonar

Necesito hablar con vosotros, los que desde vuestras casas y sin que os vea las caras ni sepa siquiera de vuestra existencia, leais estas lineas.
Necesito contar lo que he sufrido. Ya se que todos buscamos los blogs con comentarios graciosos, que nos hagan reir, y que normalmente la gente detesta escuchar las desgracias ajenas, pero este canal tiene la ventaja de que el que no quiere penas, con un simple clik... a otra cosa.

He leido mucho sobre los perversos narcisistas, así que sumando esto a la desgraciada circunstancia de haber convivido con uno de ellos durante diez u once años, me ha hecho ser toda una experta.
La mayoría de las personas, convierten inconscientemente a la víctima en culpable, (cuántas veces hemos oído decir sobre las mujeres maltratadas, por ejemplo; "por algo habrá mantenido tanto tiempo esa situación" , o; "¡conmigo tenía que haber topado!...") Así que esta mañana me ha encantado leer en Internet una entrvista a una psicóloga especializada en el tema, que dice que no hace falta tener un perfil concreto para caer en las garras de uno de estos monstruos, sino que tener buenas cualidades, en cualquier sentido, pero fundamentalmente el ser una persona empática, es suficiente para ser una presa deseada por ellos con fruición.
Y es que ellos carecen casi absolutamente de empatía, así, pueden verte llorar sin  inmutarse, disfrutando secretamente de verte vencido. El sometimiento total y absoluto de su víctima es su fin y debe ser para ellos algo cercano al extásis, constatar su pérdida de fuerzas, su tristeza, su rendición.
Hacen fuera de sus casas continuamente una pantomima, se esfuerzan muchísimo en ser amables, en actuar tan altruistamente a veces, que resulta hasta excesivo, en hacer amigos inmediatamente y abrir sus casa con una generosidad que dista mucho de ser real. 
Pero ellos se saben cercenados e incompletos y tu empatía es lo que mas envidian en la vida. Querrían ser lo amables que les parecen a los de fuera, pero solo ellos y sus pobres víctimas saben que en realidad odian tener que hacer ese papel con los ajenos y no poder, de ninguna manera hacerse querer de su propia familia. 

Quizá para no ser tan dura como mi verdugo tendría que decir que él es también una víctima que al fin y al cabo sufre por no saber ser feliz, pero no lo digo. Primero por el respeto y la lealtad a mí misma que me debo, y después porque a ciertas edades de la más plena madurez ya se ha tenido tiempo en la vida de rectificar un problema tan grande, aunque solo sea por los demás.

¡Nosotros se lo hemos pedido tanto!

viernes, 22 de febrero de 2008

ALGÚN ERROR

Quizá esté yo equivocada. Quizá la ley tenga que ser algo tan impersonal y tan duro como que el juez que preside tu juicio diga en el primer minuto, mirándose el reloj, que tiene prisa... Da igual que el juicio sea un tema de familia en el que los padres y los hijos nos jugamos tanto y en el que se "mastican" sentimientos encontrados, quizá ya odios eternos, propiciados también por esta falta de respeto y sensibilidad que algunos jueces parecen enarbolar como si tratar de esta manera estos asuntos, los haga parecer a ellos  más asépticos y más eficientes. 
No tenemos posibilidades de quejarnos de este trato ante nadie; Ellos son LA LEY, por tanto, aqui se acaba la historia. Tanto si no te dejan expresarte, como si se permite a los abogados perderle el respeto a los litigantes, como si el juez va a decidir sobre tu vida y la de tus hijos en el momento que le ha quedado libre en el día de hoy... Estamos en sus manos.
Ahora yo me he puesto en manos de Dios, por si acaso, por si Él está en alguna parte y quisiera ampararnos un poco, por si desea que de verdad se haga justicia, por si quiere que volvamos a retomar la humanidad de los asuntos de los que están hechos la vida de los hombres.